Una de las consultas más habituales está relacionada con la ira.
«La ira es una emoción que aparece cuando algo nos molesta mucho, nos hace sentir frustración o creemos que algo no es justo. Es normal sentir ira, pero hay que gestionar la emoción para no perjudicarse, ni hacer daño a nada ni a nadie».
¿Quieres conocer la historia de Eva y Jon?
Eva aprendió cómo acompañar a su hijo Jon a gestionar la ira. Cuando Jon fallaba en los partidos de fútbol, daba patadas a todo lo que se ponía por delante, y si alguien le decía algo, recibía una cantidad de insultos y palabras malsonantes.
Cuando Eva fue a recogerle al final del entrenamiento y vio cómo Jon le enseñaba la tarjeta roja, estaba claro lo que había pasado. El entrenador ya les había avisado de que con una tarjeta más, no podría jugar el fin de semana. Era un acuerdo al que había llegado con todas las familias para evitar largas explicaciones y múltiples excusas al final de cada entrenamiento.
Al entrar en el coche, antes de arrancar, Eva decidió poner en práctica lo que había aprendido en su sesión de coaching en crianza con Inteligencia Emocional. Miró a Jon a través del espejo retrovisor. Estaba cruzado de brazos y una gruesa lágrima rodaba por su mejilla. «No quiero que me mires, mamá»- dijo mientras giraba la cara para mirar por la ventanilla sorbiendo los mocos ruidosamente.
La ira
Eva sabía que para ayudar a Jon a gestionar sus emociones, necesitaba primero ayudarlo a nombrarlas. Cuando Jon se fue a la cama, en el momento del beso de Buenas Noches, se tumbó junto a él y le abrazó: «Has salido con una tarjeta roja, ¿qué ha pasado?». Jon le esquivó la mirada: «He fallado el tiro y no he metido gol. En el último minuto del entreno, mamá. Le he dado una patada a la portería y cuando el portero se ha burlado, le he gritado insultos. El entrenador nos ha sacado la tarjeta roja a los dos, al portero por burlarse y a mí, por insultarle»
Validar la emoción.
Eva le dijo: «Es normal enfadarse cuando se falla en el último minuto del entreno». Jon le miró sorprendido, esperaba una bronca de su madre, o que le riñera, pero no estaba siendo así. Eva, al tener la atención de Jon, aprovechó para preguntarle: «Dime, ¿Dónde has sentido la emoción de la ira? Al principio, Jon no sabía qué decir. Eva lo animó a pensar en cómo sentía su cuerpo cuando se enfadaba tanto, si su corazón latía más rápido o sus manos se volvían más tensas, aparte de sus pies, porque los dos ya sabían que cuando se ponía furioso en casa, también daba patadas a las cosas».
Después de un momento de reflexión, Jon dijo: «Me siento como si tuviera una gran bola de fuego en el estómago y no puedo controlarme, mamá, es más fuerte que yo». Eva suspiró y le explicó que una emoción como la ira, si no la sabía gestionar, podía ocasionarle muchos problemas, como por ejemplo, quedarse sin jugar el fin de semana si volvía a reaccionar así. Eva decidió emplear la imagen del fuego para poner fácil una imagen que resumiera la emoción. «Verás, Jon, la ira es como un volcán que estalla si no lo vemos venir».
En ese momento, Jon le interrumpió: «Yo sí noto cómo se me pone la bola de fuego en el estómago, ¿Qué puedo hacer? No quiero que el entrenador me vuelva a sacar una roja».
Técnicas para Calmar el Volcán Interior
Era el momento para explicar a Jon una técnica de gestión emocional, un truco para utilizarlo cada vez que sentía que la ira o la frustración lo estaba sobrepasando.
La técnica de la respiración profunda
“Cuando sientas que tu bola de fuego, tu volcán interior está a punto de estallar, toma tres respiraciones profundas, como si cuando estamos en el monte y respiramos el aire fresco. Prueba ahora». Jon lo probó. Dudaba de que funcionara. Eva le lanzó un órdago: «Prueba, Jon, no tienes nada que perder, pero te aseguro que, si te acuerdas de parar y respirar, podrás apagar la bola de fuego a tiempo, antes de empezar a insultar y a dar patadas. Lo probaremos cuando te enfades en casa. Así entrenas gestión de la ira. Cada vez que respiras, es como si echaras al fuego un cubo de agua. ¿Qué te parece? ¿Lo probarás?». Jon asintió con la cabeza.
Al día siguiente, empezaron a practicar y aunque al principio a Jon le costaba, pronto comenzó a notar cómo su cuerpo se calmaba cuando utilizaba esta técnica.
En el siguiente entreno, a Eva le sorprendió que el entrenador levantara el pulgar señalando a Jon con la vista. Cuando entraron en el coche. Jon habló con voz de triunfo: «¿A que no sabes, mámá? Hoy he respirado como me dijiste, y aunque no he podido evitar dar una patada, ¡sólo una patada!, al césped, el entrenador se ha acercado a mí y me ha dicho: ¡Así, sí, Jon, sin insultos, así sí!. El sábado tengo partido».
Tips para otras mamás/papás:
1. Nombrar las emociones.
Ayudar a identificar a quien queremos lo que siente le da poder sobre sus emociones. Poner nombre a la emoción es el primer paso para poder hablar sobre ella y así, es posible gestionarla.
2. Usar metáforas.
Convertir una emoción en una imagen hace que sea más fácil de entender y expresar.
La imagen del volcán a punto de estallar sirve para expresar la ira: «Creo que estoy a punto de estallar. Estoy sintiendo ira».
La técnica de la respiración profunda contribuye a disipar la ira, a disminuirla. Con la repetición, se mejora, aunque es necesario darse cuenta a tiempo, antes de estallar.
3. Fomentar la empatía.
Ponerse en el lugar de cada peque y mostrar con una imagen que entendemos cómo se sienten, es el mejor ejemplo de empatía.
Al poder comprender cómo se siente otra persona, se facilita la conexión emocional.
«La empatía es la capacidad para ponerse en el lugar de otra persona. Es tanto una habilidad social como emocional, según el contexto».
Conclusión
Criar con Inteligencia Emocional es posible. Eso no quiere decir que haya días malos, en los que las emociones son tan intensas que nos arrastran con ellas, pero tener recursos para lidiar con ellas, es un alivio.
En Inteligencia Emocional no se aplica toda la teoría a la vez, cada persona y cada situación son únicas.
¿Conocías esta técnica?
Te leo en comentarios.